Del respaldo al error que reveló la fragilidad de la libertad
En la Casa Rosada, todavía se esfuerzan por darle sentido a una situación que los tomó desprevenidos. La cumbre entre Javier Milei y Donald Trump, presentada como una charla estratégica de largo plazo, se transformó rápidamente en un dolor de cabeza. El magnate estadounidense condicionó cualquier ayuda a Argentina a los resultados electorales, y para complicar más las cosas, tuvo que aclarar que se refería a las elecciones del 26 de octubre, no a las del 2027, como intentaron suavizar en los primeros momentos algunos voceros oficiales.
La reunión, que el gobierno intentó mostrar como un “respaldo internacional” y señal de afinidad ideológica, se volvió una situación incómoda. En su intento por mostrar alineación con Trump, los libertarios, en cambio, quedaron expuestos a la dependencia de un apoyo que ahora parece inestable y ajeno a la política local.
Trump, en su estilo directo, dejó caer una frase que resonó tanto en Washington como en Buenos Aires: “Nuestras decisiones están sujetas a quién gana las elecciones, porque si un socialista gana…”. Esta afirmación sonó más a advertencia que a respaldo, especialmente considerando que los candidatos que se enfrentan en muchas provincias no son socialistas y que ningún gobernador de Fuerza Patria podría ser catalogado como de izquierda.
Al escuchar esto, Javier Milei y su equipo se pusieron tensos. Según reportes, además de estar rodeados de periodistas —algo inusual para el gobierno argentino—, los funcionarios tuvieron que dejar sus teléfonos celulares antes de sentarse a la mesa, por lo que no pudieron seguir las repercusiones de las contundentes palabras de Trump de inmediato.
El operativo contención del Gobierno
En el despacho de Balcarce 50 tienen claro lo que está en juego. Por eso, en lugar de celebrar la contundencia de la declaración de Trump, se dedicaron a relativizarla. El operativo de contención comenzó con la propia ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien desde Washington insistió en que “no es para esta elección. El 26 de octubre no se termina el apoyo de Estados Unidos”. En otras palabras, trataba de que tomáramos la declaración en un marco más amplio.
El gobierno intentó hacer creer que Trump hablaba del futuro, de 2027 y de una posible nueva etapa de cooperación. Sin embargo, esta narrativa fue rápidamente desmentida desde medios estadounidenses y del propio entorno del republicano, que no suelen dejar lugar a malentendidos.
Ahora, el oficialismo tiene que explicar por qué trató un tema de tanta magnitud como una anécdota diplomática. En este contexto, desde la Casa Rosada y el Ministerio de Economía apuran el anuncio de algún proyecto comercial con Estados Unidos. Pero además, cargan con la incomodidad de haber vinculado su futuro al temperamento de un líder extranjero impredecible, que maneja la política internacional como un intercambio de favores.
Trump ha construido su poder a base de amenazas y condicionamientos. Este método le ha dado resultados antes, ya que ha doblegado aliados y intimidado adversarios. La pregunta ahora es si esta estrategia podrá replicarse en otras campañas. En pocos días, Argentina se convertirá en el laboratorio que responderá a esta inquietud.
Mientras tanto, en Balcarce 50 intentan reconstruir la imagen del encuentro. Desde los círculos más cercanos al Presidente se sostiene que, a pesar de los malentendidos, la foto con Trump representa un “gran triunfo político” y brinda confianza a los mercados. Detrás de esto están Santiago Caputo, el asesor presidencial, y su mano derecha, Manuel Vidal, quienes movieron las piezas para asegurar la foto que tanto necesitaba el gobierno.
El resultado de ese encuentro y su interpretación también expone la fragilidad del gobierno libertario. En su afán de legitimidad externa, terminaron cediendo el control de la narrativa interna. Lo que quedó claro es que la relación con Estados Unidos no depende de ideologías, sino de resultados concretos. Si logran mantener un equilibrio económico y electoral, Washington estará allí. De lo contrario, el respaldo se evaporará con la misma rapidez con que se editan los videos de campaña. En tiempos de pragmatismo absoluto, la lealtad cambia tan rápido como las promesas de inversión.
Así, la fotografía que debería haber cimentado una alianza terminó reflejando las tensiones: un gobierno en busca de legitimidad en el extranjero, y un líder que solamente se apura por su propio calendario.